Artículo publicado en Forbes el 2 de octubre, 2017.
Septiembre fue literalmente un mes muy movido para México. Los sucesos, lamentables hasta decir basta, dejaron en evidencia la falta de inspiración y liderazgo de quienes guían el futuro de un gran pueblo, pero también la verdadera esencia y potencial del mexicano.
En algún texto leí una frase que me ha hecho reflexionar mucho: “hay mucho México para tan poco gobierno”. Y me pregunto, ¿qué tanto las imágenes que hemos visto en las últimas semanas, son reflejo de las organizaciones sociales y empresariales?
Mucha gente de distintos bagajes y generaciones, dejaron todo por ir a remover escombros, acompañaron a gente atrapada, prepararon comida para brigadistas, se lanzaron en sus bicis y motos para convertirse en mensajeros, organizaron centros de acopio, encontraron rutas y formas para hacer llegar la ayuda ciudadana a su verdadero y único destino final, cuidaron niños, se enamoró de Frida y sufrió la decepción de Frida Sofía.
Los voluntarios de las calles son parte de nuestras organizaciones.
Ésa, esa es la misma gente que está también en nuestras oficinas. Esa gente sobre quien con frecuencia escuchamos a líderes decir: “es un tronco”, “hay que decirle qué hacer”, “es parte del activo fijo”, “lo único que le interesa es cobrar su quincena”, o “renuncia porque le faltan días de vacaciones”. Esa gente que está en las empresas hoy, a la que tú y yo lideramos, tiene sed de un liderazgo inspirador. Y más vale que como cabezas estemos a la altura, o estemos listos para hacernos a un lado.
No es tema de edades, experiencia o voluntades, es un tema de capacidad de liderar antes, durante y después de una crisis con los recursos y talentos existentes. El tema es si somos verdaderamente un líder que calla para escuchar, que tiene la claridad de mente y decisión de acción, y logra enfocar los esfuerzos con un claro objetivo común. Si modulamos nuestra comunicación para literalmente energizar y mover una montaña con la suma con la suma de talentos y voluntades, capacidades e intereses.
La falta de inspiración y liderazgo de la clase política fue abrumadora. Hoy me pregunto si contamos con líderes suficientes en el país, para inspirar corazones y mentes. Si verdaderamente el liderazgo empresarial y social están a la altura del equipo, o son el ego y el poder los que se interponen para sacar lo mejor de CADA una de las personas que somos México.
El liderazgo se “respira”, no se aprende.
Los líderes que emergieron, durante las crisis de septiembre, muchos “sin experiencia” se curtieron trabajando hombro con hombro con otras generaciones, aprendieron del de alado, del más experimentado, del más creativo, del visionario, de los marinos, soldados, bomberos, rescatistas, médicos y paramédicos, de los extranjeros, de un montonal de vecinos y perfectos desconocidos.
Necesitamos con urgencia de esos nuevos liderazgos silenciosos que inspiran corazones, mentes y voluntades, a dar el extra, a mover montañas, que lloran y abrazan al desconocido, que da todo lo que tiene, y aún en el cansancio y la tristeza profunda, tiene la fuerza de esbozar una sonrisa que da fuerza y esperanza al vecino. Es la misma gente que se quedó en silencio por una esperanza, cantó orgullosa el Himno Nacional bajo la lluvia, y jamás se rindió.
Ese es el México del que estoy enamorada, del que sé que puede ser una potencia mundial en el momento que decida a canalizar el talento y entrega de una forma organizada, y hacia un objetivo común.